lunes, 13 de octubre de 2014

MIEDITOS

Saludos, ciudadanos.

Miedo.
El miedo es una respuesta natural ante el peligro. A modo de ejemplo, si salimos del cine y somos abordado al girar la esquina por un indivíduo armado con un cuchillo, experimentaremos diversas reacciones: se activa la amígdala cerebral del lóbulo temporal con lo que se incrementará en décimas de segundo el metabolismo celular. Esto significa que el corazón bombeará sangre a mayor velocidad para poder llevar determinadas hormonas a las células, sobre todo la adrenalina. Aumenta la presión arterial y fluye la sangre con preferencia a los músculos mayores, en especial a los de las extremidades inferiores por si hay que salir por piernas, se dilatan las pupilas para facilitar la admisión de luz con el objetivo de no perder detalle y el sistema límbico fija su atención en el sujeto amenazante deshechando todo lo demás. Estos cambios nos facilitan una respuesta rápida ante el peligro y de ello se deduce que tener miedo es algo muy conveniente cuando el peligro es real.

Por el contrario, si tenemos miedo a un peligro irreal (bien sea porque nuestra mente nos ha hecho creer que es real o simplemente porque es un miedo inducido por terceras personas), ante la falta de una clara amenaza en la que poner nuestra atención, lo único que conseguiremos será una buena taquicardia, abundante sudoración, temblores, dispersión de la atención, falta de control en riñones y vejiga así como también pérdida del control sobre la conducta. Lo que llamamos comúnmente cagarse la pata abajo, vamos.

Miedo real y miedo irreal. Pues ya tenemos los dos tipos de miedo, ¿no?
Pues no.

jueves, 2 de octubre de 2014

QUO VADIS, PP?

Saludos, ciudadanos.

«Quo vadis?» es una frase latina que significa «¿adónde vas?». La frase está vinculada a una tradición cristiana que gira en torno a San Pedro. De acuerdo con los Hechos de Pedro, el Emperador Nerón en el año 64 comenzó una persecución contra los cristianos. Temeroso de que algo malo le pudiera suceder, Pedro escapa de Roma por la Vía Apia, pero en el camino se encuentra con Jesucristo que iba cargando una cruz. Pedro, al verlo, le pregunta: «Quo Vadis, Domine?» (¿Adónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: «Romam vado iterum crucifigi» («Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»).

El Partido Popular está cometiendo los mismos pecados del pasado y está condenado a repetir penitencia: ser crucificado de nuevo en las urnas. Los pecados son los ya conocidos por todos, pero hay uno que me parece especialmente grave: hacer oidos sordos a los deseos de oposición y la ciudadanía con el pretexto de una mayoría absoluta que parece que todo lo legitima. Da igual que sea meternos en una guerra con la mentira de que "existen pruebas fehacientes del uso de armas de destrucción masiva" como ya hizo Aznar (aquel de ingrato recuerdo), o pretender diseñar una ley electoral ad-hoc para modificar de qué forma se establecen las alcaldías según su conveniencia, con la que no solo quieren imponer un cambio tramposo en las reglas del juego, sino que además sostienen que las matemáticas de toda la vida no son ciencias exactas al querer hacernos creer que Pitágoras, Euclides o Tales de Mileto eran unos lerdos que no sabían contar y que un 40% de un total es una democrática mayoría absoluta.

Son pecados estos de los que les hablo, los de imponer las cosas porque sí, porque puedo y porque yo lo mando, que parecen formar parte del ADN del partido. Como saben ustedes, eso del ADN es genético y se hereda de generación en generación sin posibilidad de enmienda ni curación, ahí está la bobería de los Borbones para comprobarlo. En el caso del PP el gen dictador le viene del enano aquel de un solo huevo y voz de pito que mantuvo a España en su puño tras arrebatar el poder mediante las armas a la entonces democrática II República. Desde entonces esa mutación a lo dictatorial, ese gen malicioso que se perpetúa en los indivíduos de la derechona, ha ido carcomiendo la democracia hasta los huesos, llegando a un punto ahora mismo en el que, sinceramente, llamarla así es toda una osadía.